miércoles, 30 de noviembre de 2016

Kubrick, el artista.

Es probablemente uno de los nombres más sonados en la historia del cine y en la cultura popular. Al explorar su filmografía sólo puedo generar adjetivos cercanos a monumental, metódico, deslumbrante, etc. Y es que sus filmes son fundamentales, escuelas por sí mismas, en cualquier campo que ocupe el oficio del cineasta; diseños de producción impecables, cinematografía analítica, efectos especiales -¡¿cómo hizo lo que hizo en "2001"?!- edición, montaje e iluminación -¡¿cómo carajos iluminó Barry Lyndon?!- dignas de cada pieza que el genio de Stanley Kubrick legó.
En narrativas y temáticas, Kubrick fue concreto y contundente con todos los estudios de la condición humana que analizó en sus películas; tanto a nivel individual -locura, obsesión, miedo, sexualidad, avaricia, redención entre otros-, como en mordaz crítica social -la guerra, la violencia, el poder, la revolución-. Logró un estilo en cada película, adecuado a lo que quería contar, exprimió sus medios para sublimarlos al servicio del guión, explotó al máximo la capacidad histriónica de sus actores. Pocas veces el arte cinematográfico logra conmover de tal manera, complacer, agredir, exigir y cuestionar a sus espectadores. Lenguaje cinematográfico en estado puro. 
Kubrick y su obra no pertenece a los "cultos", a los críticos y doctos en su oficio, no pertenece a la elite burguesa, ni a los pretenciosos que se dicen "entendidos" de sus películas; pertenece a todo espectador que se decida a ser participe de la indescriptible experiencia del cine, y como ésta, hay muy pocas en la vida.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario